domingo, 1 de noviembre de 2009

Despertó con una llovizna que mojaba delicadamente su piel,
y con los latidos incesantes del corazón de él, que yacía a su lado.
En realidad fueron sus manos tibias en los brazos de Ellise las que hicieron que abriera los ojos.
Insistentes, cuestionantes, era algo de nunca acabar.
Por más que ella quisiera explicar lo que había pasado él simplemente seguía preguntando. Y ella ya no supo qué decir.
Tomó sus zandalias y bajó al departamento, a preparar el café y servirle el desayuno.
-¿Lágrimas? No, ya no puedo llorar, decía Ellise.
Déjalo, vete de su lado - le decía una voz grave.

Es como si estuviera atrapada en mí misma. En ese sueño que no quiero tener pero cuando cierro los ojos no puedo evitar no volver a abrirlos...

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